"Mester traigo fermoso...": el Mester de Clerecía


Durante la Edad Media, la Iglesia era, por su situación e intereses, la principal depositaria de la literatura escrita producida  hasta aquel momento (el inmenso legado de la literatura clásica, es decir, griega y latina) y el único estamento que podía dedicarse a leer, escribir y transmitirla, que aquellas alturas de la historia quería decir  copiar fatigosamente a mano, utilizando una pluma de ave que impregnaban pacientemente en tinta para trazar las minuciosas grafías góticas en un papel de no demasiada calidad que con frecuencia se emborronaba. Una labor que implicaba una gran inversión material, pero también de tiempo e interés, y que por ello en un principio se reservaba para la única lengua que se consideraba digna de semejante esfuerzo y dignidad, el latín. Las recién nacidas lenguas romances tenían la consideración de un latín mal hablado, aceptable en el uso cotidiano y familiar pero no para realizar en él una obra con un mínimo de "categoría".



Del mimso modo, de ese inmenso legado clásico solo le interesan aquellas obras adptables a la intención de los miembros de la iglesia al crear o copiar un escrito: la de transmitir una enseñanza moral, y más específicamente, cristiana. As´que muchas obras se pierden,  y las que se transmiten, son adaptadas a la mentalidad cristiana, bastante alejada en principio del espíritu pagano y vitalista de las obras grecorromanas.

Así que en el siglo XII, mientras los juglares cantan y recitan Cantares de Gesta por la geografía castellana, los monjes en los monasterios leen, escriben y copian obras fuertemente religiosas en latín, Y no será hasta el siglo XIII cuando se decidan a escribir historias en castellano que pudieran ser comprendidas por el pueblo al que debían enseñar cómo salvarse. Y lo hacen seguramente alentados por el éxito de los juglares, a cuyo público se dirigen, pero intentando en todo momento dejar claras sus diferencias con ellos, tanto en intenciones como, sobre todo, en carácter y formacíón: ellos son clérigos, palabra que en la Edad Media quería decir, además de eclesiástico, hombre culto Y en sus obras intentarán mantener un difícil equilibrio entre su afán de demostrar esa cultura (mediante la regularidad métrica, los temas eruditos o el uso de una lengua llena de cultismos e hipérbatos) y de acercar sus obras al pueblo que debía  asumir sus enseñanzas (mediante apelaciones al auditorio, como los juglares, el uso de palabras populares, diminutivos, refranes o alusiones a la vida campesina).

Así es el Mester de Clerecía. Y para acercarnos a él os  recomiendo una película, El Nombre de la Rosa, que recrea una trama detectivesca ambientada en un monasterio medieval cuyo corazón es precisamente su biblioteca. Podéis saber más sobre esta extraordinaria película en esta entrada: "Entre monjes medievales: El nombre de la rosa."

"Culto" en la Edad Media quería decir vinculado a la escritura, y será el carácter escrito de estas obras lo que permite que, a diferencia de las de los juglares, ya puedan tener un único autor que, además las firme, Y aunque muchos no lo consideraron necesario (ya que se tenían a sí mismos por unos meros transmisores de enseñanzas religiosas que cumplían con el comentido de su estamento, sin afanes de gloria personal), es en esta escuela literaria donde surge el primer escritor de la literatura española de nombre conocido: el riojano Gonzalo de Berceo. Lo esencial sobre él, su obra más conocida (Los Milagros de Nuestra Señora) y el Mester de Clerecía, en la presentación que empleamos en clase y que os dejo aquí:

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