Don Juan Tenorio: de pecador a héroe romántico


Don  Juan es uno de esos personajes que desde la literatura han pasado a convertirse en mitos, en arquetipos, en modelos de comportamiento (como la Celestina, el Lazarillo o el Quijote), llegando a formar parte incluso del lenguaje: todos sabemos lo que significa ser  un "donjuán", o qué es el "donjuanismo"... Hasta hay un síndrome psicológico con este nombre para designar al hombre incapaz de comprometerse, que no puede evitar sucesivas conquistas amorosas porque en cuanto las consigue, las mujeres dejan de interesarle.

El prototipo de hombre seductor y conquistador, que colecciona mujeres como muescas, dejando un reguero de corazones rotos a su paso, puede resultar en la actualidad más o menos "simpático", o ser juzgado moralmente con mayor o menor benevolencia... pero cuando nació el personaje su perfil era muy distinto: era un verdadero delincuente que lo que provocaba era gravísimos conflictos sociales. Porque antes, más que el corazón de sus "presas" lo que atacaba Don Juan era uno de los valores fundamentales de la sociedad española desde siempre, pero que desde el XVII se había convertido casi en una obsesión nacional: la honra. Si una chica era abandonada tras ser seducida, quedaba deshonrada (e imposibilitada para el matrimonio) , y con ella, su padre. Si una mujer era infiel, el agraviado era el marido. En ambos casos, pues, era la honra del padre o del marido la que se veía atacada, y estos tenían no el derecho sino la obligación de recobrarla... con sangre. Es decir, matando la causante de esa pérdida.

El personaje no nace en el Romanticismo. Aparece por primera vez en una obra del teatro barroco español del XVII gracias a la pluma de Tirso de Molina, un religioso mercedario que escribía obras para los corrales de comedias con las que, aparte de entretener al público, les transmitía una enseñanza moral o religiosa. Su obra se titulaba El Burlador de Sevilla o convidado de piedra, y el protagonista era un joven sevillano, Don Juan Tenorio, que conquista (es decir, "burla") a mujeres de todas las clases sociales, prometiéndoles matrimonio y abandonándolas en cuanto ellas se entregaban a él, por lo que va dejando a su paso un ejército de padres y maridos ansiosos por matarle y recuperar su honra. Y él huye, y mientras huye, burla a más mujeres. Y se ríe. Su criado le avisa de que está escapando a la justicia humana, pero la muerte llegará, y al castigo divino no podrá escapar. Y a estas advertencias Don Juan responde siempre con la muletilla "tan largo me lo fíais", es decir "para que yo muera queda mucho tiempo: antes de que eso suceda, me arrepentiré, me confesaré, y lograré así absolución y salvación eternas". 

Pero de lo que no se daba cuenta Don Juan era de que la muerte llega sin avisar, y a él le llegará de mano de un "convidado de piedra": la estatua del Comendador D. Gonzalo, el padre de una de las mujeres que él sedujo y abandonó, al que había matado en el duelo con que del noble deshonrado buscaba reparación y venganza. Esta estatua lo convidará a una cena en el cementerio, a la que Don Juan accede con su bravuconería característica, y una vez allí le reprochará todas sus "burlas", le mostrará su propio entierro (aquí Tirso se inspira en una leyenda popular) y, sin posibilidad ni tiempo para el arrepentimiento y la confesión, lo arrastrará al infierno eterno.

Así que el personaje nace en el siglo XVII de manos de un fraile para demostrar que el pecador pagará inexorablemente por sus crímenes, y que aunque escape a la justicia humana, la divina será implacable y la muerte, quizás, traicionera.

Esta historia encantará a los románticos: por una parte, por el historicismo (les lleva a épocas pasadas para evadirse así del insatisfactorio presente); por otra, por la presencia de ese elemento sobrenatural, el fantasma que vuelve del más allá  a buscar venganza en forma de estatua, y por otra, por el carácter del protagonista: un personaje individualista y cínico que se salta todas las normas humanas y divina. 

Así que  el vallisoletano José Zorrilla escribirá una obra de teatro inspirándose en la de Tirso, pero en la que el protagonista se salvará gracias a la fuerza del amor, el amor puro, inocente y apasionado de Doña Inés, capaz de  redimir incluso a un pecador redomado como Don Juan.       
    La obra comienza un año después de que Juan Tenorio y Luis Mejía hicieran una apuesta sobre quién sería capaz de cortejar a más mujeres y matar a más hombres. Ambos vuelven al sitio donde se formuló la apuesta y comparan los resultados, siendo ganador Don Juan (en este fragmento podéis ver el carácter cínico del personaje) . Entonces Don Luis le hace un nuevo reto: que corteje a una novicia, y Don Juan Tenorio "sube la apuesta": dice que no sólo conquistará a una novicia, sino también a la mismísma prometida de Don Luis. Don Gonzalo y el padre de Don Juan se escandalizan ante tanta inmoralidad, y Don Juan les responde con amenazas .
    Esa misma noche Tenorio conquista a Doña Ana y secuestra a Doña Inés, joven que había estado prometida con él, pero cuyo padre había roto el compromiso por el carácter seductor de D. Juan. Se la lleva a su casa donde le declara su amor (en la famosísima "escena del sofá", que podéis leer aquí). , siendo inmediatamente correspondido. Don Juan se enamora por primera vez, y se propone pedirla en matrimonio a su padre. Al rato aparece Luis Mejía para vengarse, pero al recibir la visita del comendador lo esconde. Don Juan se postra ante el comendador y le pide la mano de su hija. Ante la negativa, Luis Mejía sale de su escondite para burlarse de Tenorio y este responde matándoa los dos y huyendo a Italia.
    Cinco años después de la acción anterior, don Juan vuelve a Sevilla, buscando el antiguo palacio de la familia de los Tenorio y encontrando en su lugar el cementerio donde están enterrados don Luis y el Comendador, además del resto de las víctimas muertas a manos de él. Admirando las estatuas, don Juan descubre un sepulcro inesperado, el de doña Inés (que había muerto de pena al comprender que don Juan y ella jamás podrán estar juntos a pesar de amarse profundamente). Mientras don Juan llora, se le aparece el fantasma de Doña Inés y le dice que para morir en paz deberá arrepentirse de todos los pecados que ha cometido. Al rato aparecen Centellas y Avellaneda a los que Tenorio invita a cenar junto al fantasma de don Gonzalo. En la cena de repente los dos invitados se desmayan. El espectro se le aparece a don Juan y le advierte que para poder ir al cielo deberá arrepentirse de todos sus pecados. Cuando se va el fantasma, los dos invitados recobran el conocimiento, Tenorio les comenta lo acontecido y éstos, al tomarlo por burla, le retan a un duelo donde Don Juan mata a Avellaneda pero es muerto por Centellas. Ya muerto se le presenta el comendador para llevarlo al infierno, pero se arrepiente en el último momento, justo cuando aparece Doña Inés (que ha prometido dar su alma a Dios si ese arrepentimiento se producía) para llevarlo con ella al cielo. Podéis leer la escena final aquí.
    
Por la importancia que tiene en su argumento lo sobrenatural y los muertos que vienen del más allá, es tradicional desde el siglo XIX que la obra se represente en las principales ciudades en la noche del 31 de octubre, la Noche de Difuntos.

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